Hace aproximadamente un año escribí una entrada explicando por qué no invertía en bitcoin. Tras unos meses profundizando sobre el tema, me he dado cuenta de que en realidad no entendía qué eran las criptomonedas ni para qué sirven. Quizás ahora tampoco vaya a invertir concretamente en bitcoin, pero me parece apropiado escribir esta nueva entrada. Quiero dejar claro que en ningún caso soy ahora un “experto” en criptomonedas, y esta entrada ha sido, más que ninguna otra, fruto de un ejercicio personal para ordenar mis ideas y aprender.
¿Qué son las criptomonedas?
Las criptomonedas son una clase de activo que permite el funcionamiento de aplicaciones descentralizadas (dapps). Las dapps son una nueva forma de organización, un tipo de programa informático que permite que cualquiera pueda utilizar, mantener y participar en su gobierno.
Para entender este concepto imaginemos un pueblo en el que una mañana aparece una máquina expendedora en medio de la plaza. Está encendida y funciona mediante energía solar. En una pantalla explica su funcionamiento: cuando sus sensores detecten que el panel solar está sucio, dará una ficha a quien lo limpie. Además dará fichas a los que pongan en sus estantes productos.
Al principio nadie hace mucho caso, pero con el tiempo, debido a la curiosidad, una vecina pone unas cuántas manzanas, para ver que pasa. De la máquina salen varias fichas. Otro vecino pasa un rato después y limpia el panel solar. La máquina le entrega una ficha. La mete y compra una manzana, pero quiere dos más. Mete unos gorros que acaba de tejer y la máquina le da varias fichas, y así puede comprar el resto.
La vecina que metió las manzanas pasa un rato después por delante de la máquina con un amigo, que al ver los gorros quiere uno, pero no tiene fichas. Ella le da las necesarias para comprarlo a cambio de unos cuantos euros.
¿Qué acaba de pasar? La máquina expendedora, una vez colocada en la plaza del pueblo es independiente. Por supuesto requiere de cierto mantenimiento y de que sus estantes tengan productos, pero no depende de nadie en concreto. Y todos tienen incentivos para realizar estas acciones, siempre y cuando les interesen los productos de la máquina o les interesen a otros, que les cambiarán las fichas por euros.
Ahora imaginemos un ecosistema de aplicaciones, como AppStore de Apple o la Playstore de Android, pero en la que en lugar de ser empresas las que desarrollen las apps, cualquiera pueda colocar las suyas mediante un sistema que permita que quien lo desee las pueda usar o participar en las labores necesarias para mantenerlas, a cambio de fichas digitales. Estas fichas son las criptomonedas.
La mayoría del énfasis al hablar de criptoactivos se pone en la funcionalidad que pueden tener como monedas. Esto es probablemente debido a que Bitcoin es básicamente una dapp que permite hacer transferencias en su moneda nativa, el Bitcoin. Sin embargo, desde la creación de Ethereum en 2015 es posible crear contratos inteligentes, que podríamos asemejar a las apps de nuestro móvil. Así, Ethereum es una especie de Appstore o Playstore sobre la cual cualquiera puede desarrollar una dapp. Existen dapps en infinidad de campos, desde las finanzas hasta el arte y los juegos en línea. Por tanto las criptomonedas son simplemente una parte del mecanismo que hace que las dapps puedan funcionar.
Las aplicaciones descentralizadas tienen una serie de características que hacen que representen un cambio fundamental en cómo la tecnología y los negocios funcionan. Ahora bien, ¿es este cambio deseable por parte de la sociedad?
En gran medida la respuesta a esta pregunta va a determinar el futuro de las criptomonedas. Veamos las características diferenciales actuales de las dapp para luego analizar el posible éxito de su adopción.
La ley que gobierna a las dapps es su propio código. Esto tiene como consecuencia que ninguna parte podrá cambiar unilateralmente las normas, aunque también que, de haber algún error en el código, un hacker pueda explotarlo dejando a los usuarios sin fondos. Estrictamente hablando esto no sería ilícito, ya que el hacker ha actuado en base al código.
Todos pueden ver las distintas transacciones que se han hecho, desde el inicio de la dapp. Además las transacciones, una vez hechas, no se pueden deshacer. Esto las dota de gran transparencia y certidumbre.
Anonimidad. Si bien todas las transacciones son públicas, en principio no habría manera de vincular esas transacciones con las personas reales que las llevan a cabo. Por así decirlo, tendríamos el número de matrícula de quien hace la transacción, pero no sabríamos a qué persona corresponde cada matrícula.
Sin intermediarios. Como vimos en el ejemplo de la máquina expendedora, se elimina la necesidad de que nadie intermedie. ¿Qué es en realidad Uber? Un intermediario entre conductores y pasajeros. Nada impide a una dapp llevar a cabo este servicio.
Cualquiera puede, sin necesidad de autorización, participar en ellas. Esto tiene la ventaja de que nadie queda excluido, con el inconveniente de la dificultad de controlar las acciones consideradas como ilícitas en los distintos ordenamientos jurídicos.
Además las dapps se enfrentan a varios retos.
Uno de los problemas actuales de Bitcoin y Ethereum es su escalabilidad y eficiencia. Bitcoin sólo puede procesar entre 4 y 7 transacciones por segundo, mientras que Ethereum puede llevar a cabo 15. Visa afirma poder procesar 24.000. Además la cantidad de electricidad utilizada es muy alta. En el caso de Bitcoin, si fuese un país, se situaría en el puesto 29 en consumo eléctrico. Todo esto hace que además sea muy caro hacer transacciones en ambas criptomonedas. Mucha gente piensa que enviar bitcoins a otra persona es gratis, pero esto no es así. Como hemos visto anteriormente, hay que recompensar a los individuos que realizan las tareas necesarias para que el sistema funcione. Sin embargo se están desarrollando diferentes soluciones a estos problemas, como por ejemplo la implementación de Ethereum 2.0, que va a cambiar la manera de validar transacciones, reduciendo enormemente el coste, la necesidad de energía y se espera poder llegar a procesar 100.000 transacciones por segundo.
Otro problema importante es que en caso de pérdida de la clave privada (algo así como la contraseña de nuestro usuario) no hay manera de recuperarla. Al no haber una autoridad central, las claves de seguridad no se almacenan en ninguna parte. No hay un sistema de último resorte para restablecerlas, como ocurre por ejemplo en las apps normales, en las que podemos hacerlo mediante un email a nuestro correo. Para este problema existen soluciones, como custodios de claves. Además, si cometemos algún error al operar, como enviar criptoactivos a la dirección equivocada, no podemos hacer nada para recuperarlos, pues las transacciones, una vez hechas, son inmutables.
Fallos en el código. Como decíamos antes, el código gobierna la dapp y una vulnerabilidad en este puede hacer que los usuarios pierdan sus criptoactivos. Además, y esto más que un fallo es un punto a mejorar, la experiencia como usuarios en las dapps deja bastante que desear. En la mayor parte de casos es bastante complicado poder acceder a ellas y utilizarlas, como pasaba al principio con el email e internet en general.
Interoperabilidad. Se refiere a cómo un ecosistema de dapps, como por ejemplo Ethereum, puede interactuar con las de otro, como Bitcoin, pero también con otras organizaciones centralizadas, como pueda ser un registro de la propiedad.
Gobernabilidad. Al igual que es más fácil implementar medidas y cambios rápidamente en un país dictatorial que en uno democrático, es más fácil implementar cambios en una app que en una dapp. Google Maps puede cambiar la manera en la que funciona en cualquier momento, mientras que en una dapp se requerirá la aprobación de la mayoría de usuarios para llevar a cabo cualquier cambio.
El futuro de las dapps.
Gran parte de la atención cuando se habla de criptoactivos se pone en la función que pueden ejercer como monedas, sobre todo en el comercio ilegal y la evasión de impuestos. Si bien es indudable que pueden ser prácticas para llevar a cabo estas actividades, nadie plantea la prohibición de los cuchillos, a pesar de que se usan en multitud de crímenes. Más aún, menos énfasis se pone en sacar de circulación en la UE los billetes de 500€, que aparte de los numismáticos, pocas personas poseen provenientes de algún intercambio legal o declarado. De todas formas, nos guste o no, los criptoactivos han llegado para quedarse. Precisamente al ser organizaciones descentralizadas, es imposible para ningún gobierno eliminarlas. Es algo así como intentar controlar internet. Incluso en los países que se intenta con más éxito, es muy fácil saltarse cualquier restricción utilizando un simple VPN.
Con esto no quiero decir que los gobiernos no vayan a tener ningún papel en su futuro. Una de las claves del posible éxito de las dapps se puede basar en que se establezca una regulación bajo la cual puedan funcionar y con la que conseguir esa interoperabilidad con el mundo real de la que hablaba más arriba. ¿De qué sirve, por ejemplo, un título de propiedad de una vivienda si no lo puedo hacer valer ante el estado, que tiene el monopolio del uso de la fuerza?
Quizás una de las claves para esa interoperabilidad entre las dapps y las organizaciones tradicionales pase por la renuncia de algunas de las características propias de las dapps. Imaginemos por ejemplo una dapp que requiera que los participantes tengan un certificado de identidad digital, expedido por una autoridad gubernamental y acomode su código a los mandatos legales. Los estados podrían vetar la participación de ciertos individuos en algunas dapps, en base a su edad o condenas que estos pudiesen tener. Podría crearse de esta manera una bolsa de valores, en la que los participantes compraran y vendieran acciones sin necesidad de intermediarios.
Esta es una de las grandes aportaciones que pueden lograr las dapps: eliminar intermediarios, devolviendo el valor generado a los usuarios, dándoles además mayor control y transparencia. Por ejemplo, Nasdaq, una bolsa de valores, tuvo un margen de beneficio del 15% de media en los últimos 5 años. Esto es, tras pagar a todos sus empleados y demás costes. Este beneficio sería repartido entre los usuarios de nuestra dapp, minorando los costes de comprar y vender acciones de sus usuarios, que tendrán además acceso a los datos de las cotizaciones y volúmenes de compraventa en tiempo real (actualmente hay que pagar para acceder a ellos).
Las dapps ofrecen la posibilidad de crear una nueva generación de bienes públicos que en lugar de tener titularidad estatal pertenezcan directamente a los usuarios.
Aquellas industrias con márgenes de beneficio altos, con organizaciones que no requieran de toma de decisiones creativas y con funciones que sea posible automatizar son las que corren mayor riesgo de disrupción por parte de las dapps.
Sin embargo, este ejemplo sería probablemente rechazado por la actual comunidad cripto, en la que son mayoría los entusiastas. Este grupo se caracteriza por tendencias libertarias en las que la conquista última de las dapps sería precisamente desintermediar al propio estado, creando una economía paralela.
En el otro bando tenemos a los criptoescépticos que proclaman básicamente que el valor de los criptoactivos es cero. El problema más común en esta facción es que en muchos casos se trata de gente que simplemente no sabe que son las dapps. Yo pertenecía a este campo hace pocos meses.
No podemos tampoco descartar un cambio en las preferencias de los consumidores, en las que el valor que le den a las dapps no venga determinado por el ahorro económico, sino en la mayor transparencia y democratización que ofrecen. Esto podría darse en industrias que tratan nuestro datos de manera intensiva y poco clara, como las redes sociales. O quizás su valor pueda provenir de algo radicalmente distinto, como la creación de un metaverso digital en el que nos relacionemos de maneras totalmente distintas a las que conocemos.
Personalmente me encuentro en un punto intermedio entre los entusiastas y los criptoescépticos. No tengo una opinión definida sobre cuáles serán las dapps que creen una masa crítica de usuarios que hagan que éstas cobren protagonismo por encima de las criptomonedas que las sirven, ni siquiera sobre si ese momento llegará, pero si creo que su potencial es indudable.
¿Tienen cabida los criptoactivos en una cartera de inversión?
Todo lo de arriba parece ciencia ficción, y puede que lo sea. El valor que las criptomonedas puedan llegar a tener en el largo plazo va a venir determinado por el grado de adopción de las aplicaciones descentralizadas por parte de la sociedad. Si tienen éxito, la demanda de criptomonedas, necesarias para poder utilizar las dapps, aumentará, y por tanto también su precio.
Las invenciones revolucionarias suelen pasar por cuatro fases; la excitación inicial, el bombo excesivo, la desilusión y finalmente empiezan a aparecer los casos de uso reales. Algo así pasó con internet en los inicios.
Este gráfico corresponde al índice Nasdaq Composite, integrado en su mayoría por acciones de tecnología de la información. Al inicio el índice creció sin parar, con empresas que raramente generaban ingresos significativos y que parecía que multiplicaban su valoración simplemente añadiendo .com al final de su nombre. Llegó un momento, en 1999, en que la burbuja estalló (crisis de las .com). Más tarde resultó que algunas de aquellas compañías, como Amazon o Google, sí que merecían la pena. El problema está en saber si por un lado las dapps van a ser realmente un invento revolucionario, en si el ciclo descrito anteriormente se va a repetir y, de ser así, saber en qué punto nos encontramos.
A la hora de invertir no debemos tratar de predecir el futuro, sino simplemente de tener una estrategia para cada escenario. Los criptoactivos pueden llegar a valer cero en el peor de los casos, mantenerse en un rango más o menos amplio respecto al precio actual o, en caso de adopción generalizada de las dapps, multiplicar su valor por varios dígitos.
Una estrategia de posicionamiento podría consistir en invertir una cantidad pequeña en varias criptomonedas que soporten ecosistemas sobre los que se puedan crear otras dapps, como Ethereum, Cardano o cualquier otra, que se beneficiarán del éxito de las dapps concretas que triunfen y estén en su plataforma -una dapp, al igual que una app, puede estar en varias plataformas a la vez-.
La cantidad podría ser alrededor del 1%-2% de la cartera total, que en el peor de los casos no tendría demasiada repercusión en el resultado global, pero deja abierta la posibilidad de una rentabilidad que en cambio sí que tenga relevancia en el largo plazo. Además actualmente existen multitud de plataformas que pagan intereses por tener depositadas criptomonedas, si bien hay que tener mucho cuidado al elegirlas, al ser un mundo tan poco regulado. Por otra parte, la correlación entre los criptoactivos y los activos financieros (las acciones y los bonos) es muy baja, por lo que también puede ayudarnos a diversificar, reduciendo la volatilidad total de nuestra cartera.
Invertir en criptomonedas quizás no sea para todo el mundo, ni deberíamos tomarlo como si estuviésemos tratando de adivinar el futuro. ¿Quién iba a ser capaz de predecir en los 80 que hoy en día tanta gente iba a tener un ordenador con conexión a internet del tamaño de la palma de la mano en su bolsillo? Como dicen, hay dos tipos de gente que hace predicciones a largo plazo, los que se equivocan y los que tienen suerte. Pero hablando de suerte, en estas fechas en las que todos "invertimos" en un décimo, quizás deberíamos verlo más bien como una lotería en la que la papeleta nunca caduca.
Nota:
No he hablado en ningún momento de Blockchain debido a que, si bien esta tecnología es muy prometedora y vital en el funcionamiento de las dapps, no es un rasgo diferenciador de estas, ya que las organizaciones centralizadas también pueden utilizarlas, y de hecho lo hacen.
Nota 2:
Para todo aquel que quiera profundizar en este tema, dejo aquí varios links, lamentablemente todos en inglés:
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