Benjamin Graham decía que el mercado de acciones funciona como una máquina que en el corto plazo fija los precios con base en los votos (opiniones) de sus participantes, pero que en el largo plazo actúa como una máquina de pesar, en la que los precios vienen determinados por los beneficios o pérdidas de las compañías que lo integran.
En una entrada anterior hablamos sobre las dificultades de predecir el comportamiento de las acciones en el corto plazo pero, ¿podemos predecirlo en el largo?
La cotización de las compañías viene determinada fundamentalmente por la rentabilidad del negocio que desarrollan, que está condicionado por el entorno de la empresa (regulación, consumidores...) y las perspectivas de futuro de ese entorno. Por lo tanto el precio de cotización de una acción recoge la estimación de los inversores sobre la rentabilidad presente y futura de la compañía. En base a esto un inversor cuyas predicciones sobre esa rentabilidad sean más acertadas que las de la media sabrá escoger las acciones que más van a subir y evitar las que peor lo van a hacer.
A priori parece sencillo: basta con ser mejor que la media. Pero, ¿Es esto realmente fácil?
La sabiduría de los grupos es un fenómeno por el cual las predicciones colectivas de grupos de individuos suelen ser superiores a las de un experto. En 1906 tuvo lugar en Plymouth (Reino Unido) una feria de ganado en la que 800 personas participaron en un concurso estimando el peso de un buey. El estadístico Francis Galton observó que la estimación media, 547 kg., se desviaba menos de un 1% respecto al peso real del buey, 543kg. Desde ese descubrimiento se han hecho multitud de experimentos con resultados similares; la media de los predicciones de los individuos suele ser la predicción más acertada.
Una posible explicación de este fenómeno es que en la media tenemos opiniones de individuos diferentes, con puntos de vista distintos y complementarios. En el caso de la feria de ganado, por ejemplo, entre los participantes había ganaderos, carniceros, veterinarios, etc.
¿Qué ocurre realmente en el mundo de las finanzas? ¿Existen gestores que consiguen retornos superiores a los de la media o se impone la sabiduría de los grupos?
Eugene Fama, uno de los académicos más influyentes de las finanzas modernas, ganó el Nobel de economía en 2013 por su teoría de los mercados eficientes, en la que planteaba la hipótesis de que los gestores de fondos no obtienen rentabilidades superiores, incluso antes de restar sus comisiones, a si escogiesen acciones al azar. Dado que los precios de los activos reflejan toda la información disponible y relevante, es prácticamente imposible batir al mercado. Los estudios se repiten año tras año y el resultado es el mismo; la inmensa mayoría de profesionales lo hacen peor que sus índices de referencia en el largo plazo.
Los gestores de fondos suelen cobrar en torno al 1% o 2% anual del capital invertido mientras que los fondos indexados, (que simplemente replican el mercado) tienen unos costes alrededor de diez veces menores. La pregunta que deben hacerse los inversores es clara; ¿tengo la capacidad de elegir las acciones que mejor lo van a hacer en el futuro o de elegir un gestor con la habilidad para hacerlo?. La mayoría suelen responder afirmativamente, los datos sugieren lo contrario.
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